lunes, 31 de marzo de 2008

El día del Joven Combatiente

Perdón. "Programar es esperar", dice el dicho, y yo, que programo sin cesar, me aburro. Y luego pasa lo que pasa.
Y es que en Santiago (de Chile) no tenemos un carnaval, una gran fiesta o algo parecido, que nos haga relajarnos un poco una vez al año. Mientras Pamplona tiene el encierro de los toros, Venecia su carnaval y Buñol la Tomatina, Santiago tiene una interminable cara de palo, todo el día, todos los días. Ni una guerra de almohadones, ni un festival de colegialas. ¡Nada! Lo más parecido que tenemos son dos fechas: el 11 De Septiembre (si pudiera escribir "11" con mayúsculas lo haría, pero no se puede; es una gran deficiencia de los teclados de hoy) y el Día Del Joven Combatiente, en que jóvenes de todas las clases sociales (los más pudientes, disfrazados de flaites, los flaites, en su papel) lanzan piedras a cuanta cosa encuentren, queman neumáticos, saquean, roban, matan. En fin, un jolgorio. Pero es un jolgorio inútil, pues se pierde mucho dinero en él. Yo me pregunto, ¿por qué no convertir el 11 De Septiembre y el Día del Joven Combatiente en atracciones turísticas, en nuestra Tomatina Local, en el equivalente chileno, de pura chilenidad, del Carnaval de Río? Se podría ofrecer paquetes turísticos a los jóvenes violentos, o a los que quieren parecerlo, de Europa o EEUU, para que puedan disfrutar de una jornada de odio y anarquía, en la total seguridad que da pertenecer a una multitud, por supuesto, a precios módicos. Un paquete turístico podría ofrecer alojamiento en Villa Francia, en casa de un verdadero microtraficante que se cree izquierdista, y su correspondiente bomba molotov y las consignas de rigor. Paquetes para jóvenes aventureros podrían incluir atentados explosivos y ataques a Carabineros; para la tercera edad, podría ofrecerse la aventura de un apagón en casa y una barricada en la esquina.
En fin. Nuestras autoridades no tienen imaginación. En vista de que la violencia en el Día Del Joven Combatiente es simplemente imposible de detener, por formar parte de nuestras más arraigadas prácticas sociales, ¿por qué no sacarle algún provecho?

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