domingo, 20 de julio de 2008

Nuestra amiga, Música

Sí, Música Sepúlveda. No se llama así, pero da igual: me refiero a la adolescente de 14 años que acaba de tener su minuto de fama, arrojando agua a la ministro de educación.
Pero, por supuesto, no vale la pena hablar de ella, en sí misma. Tiene 14 años. A los 14 los humanos no estamos formados intelectualmente, ni somos legalmente responsables por nuestros actos, por lo menos acá en Chile, y lo que Música haga, aunque se lo haga a la ministro de Educación y frente a las cámaras de televisión, no pasa de ser una niñería.
Sobre ella sólo cabe decir esto: es medianamente bonita, habla con lo que los tontos llaman "madurez", y su madre la apoya incluso cuando agrede sin provocación, en una reunión a la que no había sido invitada, a las personas que se niegan a hablar con ella. Es decir, le espera una vida feliz y llena de satisfacciones personales. Será una vida inútil, también, porque nunca aprenderá lo que es el respeto a los demás, ni comprenderá que comete errores; pero, a ella, ¿qué más le da?
No, ella no es importante. Importantes son otros, adultos responsables: los dirigentes del Colegio de Profesores que la apoyaron. Imagínate: estás en una difícil negociación política, un tercero te agrede, y lo primero que hace tu interlocutor es apoyar públicamente a tu agresor. ¿Cómo deja eso la negociación? ¿Qué adulto responsable haría eso?
Y, figúrate: esos que apoyan a Música son profesores. Su trabajo, su deber y (ojalá) su vocación consiste en enseñar a los niños y a los jóvenes en ser adultos útiles, a la sociedad y a sí mismos. Es un trabajo difícil. Algunos de ellos son víctimas de agresiones también: les arrojan tiza, los insultan, los amenazan. Yo lo sé: casi todos en mi familia son profesores. Bueno, explíquenme ahora qué va a decir el Colegio de Profesores la siguiente vez que un alumno le arroje agua a su profesor, que sería poco, o lo agarre a combos, que no es infrecuente.
No puedo entenderlo. Me avergüenza. Me da lástima. No por Música, sino por los adultos que la creamos.

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