martes, 1 de julio de 2008

Democracia de verdad

Ah, realmente debería escribir una entrada sobre política chilena. Y es que los trabajadores del rubro dan mucho material. Si algún día quieren reírse un rato a costa de alguien, háblenle al ministro Vidal de facturas y boletas, o a mi alcalde Cornejo sobre directorios de empresas y negociaciones incompatibles. Háganlo por chat anónimo, claro está, que ambos pueden joderles la vida por completo antes de que hable el fantasma de Jaime Guzmán.
Pero no, al menos esta vez. Hoy les contaré sobre una idea que he tenido en la cabeza por años.
Comencemos asumiéndolo: la democracia, tal como la entendemos en Occidente, no funciona. El ciudadano común puede, con su voto, con cuea elegir entre el menor de varios males. Para peor, estos males llevan siglos siendo los mismos; a lo largo de la historia los políticos pertenecen a las mismas familias, con independencia de su tendencia política.
Y es que la democracia representativa a gran escala, como la practicamos en Occidente, prácticamente garantiza que las personas que llegan al poder lo hayan perseguido durante años, ése sea su único norte, y no tengan otra competencia que el obtenerlo y conservarlo; las largas luchas en el seno de los partidos para llegar a ser alguien y luego para ser candidato, y luego las luchas de las sucesivas candidaturas y los pactos y búsqueda de financiamiento que conllevan hacen que hasta el más prístino de los políticos termine convertido en una puta salvaje y egoísta. Y es sólo una figura literaria, ¿eh?, que no tengo problemas con las putas.
Y, con todo, eso es mejor que una monarquía, una aristocracia o un gobierno militar. Al menos las putas van rotando, en vez de tener siempre la misma.
Sin embargo, hay un sistema mejor, que proporciona el recambio periódico de los gobernantes y que ofrece posibilidades de que éstos no sean siempre putas: la democracia aleatoria. Me explico:
En la primitiva democracia ateniense, todo el mundo desempeñaba algún cargo público. Era obligatorio. Había pocos cargos, pero los ciudadanos también eran pocos, y entre todos, rotándose, llenaban todos los cargos públicos. Puede que a uno le gustara o no, pero era un deber, y había que hacerlo.
Ahora no podemos hacer eso, porque los ciudadanos somos muchos y no podemos darle un cargo público a todos, aunque más de alguno lo haya intentado. Pero podemos hacer algo mejor: seleccionar ciudadanos al azar para ocupar los cargos que ahora son electivos por un período más o menos breve.
Lector (hipotético): ¡Pero esas personas pueden no querer ocuparlos!
Obseso: Bueno, ¿qué mejor garantía de que no son unos malditos avaros de poder?
L.: Ya. Pero, ¿y si no están preparados? ¿Si son tontos, o ignorantes, o malvados, o las tres?
O.: ¡Jajajajaja! ¡Jajajajajajaja!
Pero ya, seamos serios. Debería bastar con un curso de nivelación, de un año o lo que haga falta, en las materias que se estime indispensables para el cargo: economía, administración, etc. Saldría más barato que financiar partidos políticos y elecciones.
Pero, ¿es que en serio alguien piensa que los políticos que tenemos ahora tienen alguna preparación en algo?
L.: ¿Y los partidos políticos?
O.: ¡Que sigan existiendo! Son estupendos. Pero serían agrupaciones de ciudadanos interesados en generar y promover ideas políticas, no en acumular poder.
L.: ¿Y cómo nos aseguramos que la selección es realmente al azar?
O.: Bueno, una manera de hacerlo al azar es mediante sufragio popular :) . Naa, hacerlo al azar es lo más fácil del mundo. Es muy fácil verificar si un procedimiento produce resultados aleatorios o razonablemente aleatorios; es muy difícil verificar si unas elecciones fueron limpias.
L.: Me has convencido. ¿Ah qué esperamos para implantar el sistema?

Zzzzzz.....

No hay comentarios: