8 A.M., cualquier colegio de Chile.
Cuatrocientos niños vestidos igual: zapatos negros, pantalón gris, chaleco gris, camisa, corbata. Cuatrocientos niños mirando al frente.
Un adulto, micrófono en mano, gritando.
Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres, cuatro.
Eso es educar, en Chile.
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